—¿Dormiste bien? —su voz llegó a sus oídos.
Por supuesto, él estaba despierto. —¿Qué crees? —preguntó ella sarcásticamente, sintiéndose molesta. El tono de suficiencia en su voz definitivamente tenía que ver con eso.
—¿Estás seguro de que quieres saber lo que pienso? —mientras preguntaba, levantó su rostro para que ella pudiera mirarlo, y ella podía ver claramente cómo la comisura izquierda de sus labios se elevaba en una sonrisa burlona.
—No, gracias. Dormí bien —respondió ella—. ¿Tú?
—¿Qué crees? —preguntó él, claramente disfrutando.
Mauve quería abofetearlo, pero eso era por razones personales, no como si él estuviera haciendo algo malo.
—Si no me lo vas a decir, no voy a adivinar —murmuró ella y volvió a recostar su cabeza en su pecho.
Mirar su rostro por mucho tiempo era demasiado para ella. Acababa de despertar, así que ciertamente no estaba pensando con claridad.
—¿Tuviste una pesadilla? —preguntó él de repente.