—No tenías que esperar por mí —dijo ella mientras se aferraba a él—. Puedo llegar a mi habitación sola.
—¿De verdad piensas que te hubiera dejado? Maldito sea el sol, es la única razón por la que no estaba fuera contigo.
Mauve se sonrojó al oír eso y apoyó su peso sobre él. Escuchó los pasos de Jean y levantó la vista hacia las escaleras para verlo bajar. Parecía tener un poco de dificultad, pero a Mauve no le preocupaba demasiado.
—Jean —llamó Jael.
—Señor —respondió Jean, interrumpiendo su avance mientras inclinaba rígidamente la cabeza.
—¿Hay alguna noticia? —preguntó Jael.
—No, no hay ninguna —dijo él, su voz sonando inestable.
—¿Crees que esto funcionará?
—E-es demasiado pronto para saberlo, señor, pero hasta ahora ella no tiene ninguna reacción adversa a la luz del sol, y eso lo tomaremos como una buena señal. Estaré seguro de informarle si veo alguna mejora en los próximos días. Espero ver alguna.
—Está bien —dijo Jael de manera tiesa—. Descansa bien.