—Por supuesto. ¿Qué quieres saber, mi amor? —Él extendió su mano y tocó el lado de su rostro.
Mauve soltó una risita, incapaz de evitar que el color apareciera en sus mejillas. —Bueno, puedes decir que no.
—Intento no decirte que no, ¿sabes eso, verdad?
Ella negó con la cabeza. —No lo creo.
—Ay. Sabes que cuando rechazo tus peticiones tengo una muy buena razón.
—Lo sé —dijo ella y se acercó para poder apoyar su cabeza en su pecho. Ella pasó su brazo alrededor de su cintura, y escuchó a Jael tomar una respiración profunda.
—¿Qué quieres, prometo que haré todo lo posible para que ocurra?
—Bueno, ¿crees que puedo mirar el entrenamiento? Acabo de pensarlo. Las cosas están realmente ocupadas, y apenas pasamos tiempo juntos, así que pensé en eso.
—¿Quieres mirar? —preguntó él.
Mauve no se perdió el tono sorprendido en su voz. —Bueno, más o menos. No tengo que estar cerca, pero podría ser seguro para mí pasear por el complejo, ¿no? —preguntó ella.