—¿Está listo? —preguntó Jael.
Mauve asintió y se levantó lentamente. Caminó hacia él, con la mirada fija en su rostro. Notó que sus ojos se entrecerraban ligeramente pero no apartó la vista.
—¿Qué? —preguntó él suavemente cuando ella se detuvo frente a él.
—Nada —murmuró, levantando su mano hacia su pecho. Ajustó su cuello, no porque lo necesitara, sino porque quería una excusa para tocarlo.
—¿Qué opinas? —preguntó él.
—Te ves muy bien —sonrió ella.
—¿En serio? ¿Incluso con las marcas de quemaduras en mi rostro? —preguntó él.
Mauve asintió.
—Incluso con eso. Tu cabello también parece más largo —dijo ella, poniéndose de puntillas, intentando tocarlo.
—Pensé en cortarlo —dijo él.
Mauve se congeló.
—Oh no. Lo extrañaría.
—¿No te importa? —preguntó, extendiendo su mano para tocar su mejilla.
Mauve negó con la cabeza.