Jael observó a Mauve comer su comida como si no hubiera comido en años. Intentó hablarle, pero ella solo extendió la mano para detenerlo y devoró la comida. Luis se quedó atónito en la esquina mientras la miraba. Jael entendía cómo se sentía; él se sentía igual.
—¿Agua, por favor? —dijo ella al terminar todo lo del plato.
—Aquí tienes —dijo Luis, entregándole la taza como si hubiera estado esperando a que se la pidiera.
Ella le sonrió con desgana y la aceptó. Bebió el agua de un trago, derramando un poco sobre su cuerpo y en su ropa.
—Con cuidado —exclamó Jael, quitándole la taza.
Ella le sonrió y se recostó contra su pecho.
—Estoy muy llena —dijo, y eso fue seguido inmediatamente por una respiración suave y constante al quedarse profundamente dormida.
—¿Ella...? —parpadeó Luis—. ¿Ella se quedó dormida? —Echó la cabeza hacia atrás y se rió.
—Sí —dijo Jael distraídamente y lentamente la colocó en la cama, acomodándola mientras Luis retiraba la bandeja de la cama.