Mauve fue hecha para sentarse junto a Jael. Los señores y las damas se acercaron a su mesa para darles sus felicitaciones, pero todo lo que Mauve podía pensar era en conseguir algo para comer o beber, o podría vomitar sobre la mesa muy bonita. Cuando Mauve vio a Mil venir hacia ellos con una bebida, los ojos de Mauve se llenaron de lágrimas y casi gritó en voz alta.
—Felicitaciones, mi señora —dijo Mil mientras le entregaba la copa a Mauve.
Mauve la engulló antes de poder responder. —Muchas gracias, Mil, no tienes idea de cuánto necesitaba eso —susurró, preocupada de que la persona equivocada pudiera escucharla.
—No me agradezcas —respondió con una risa—. Luis dijo que podrías necesitarlo.
—Tenía razón —susurró, sus ojos llenos de lágrimas al recordar el horrible sabor.
—¿Estás diciendo que mi sangre fue tan mala? —preguntó Jael, mirando a Mauve con acusaciones en sus ojos.