Neve se dirigió de vuelta a la zona segura, solo con Erin a su lado.
Acabó diciéndole a Viscera que las esperara de vuelta en la puerta. Dado que era una enemiga encantada y no una invocación, Neve pensó que, quizá, no habría un alcance fijo para el efecto de encanto. Si, trágicamente, el encanto terminara desvaneciéndose y Neve tuviera que acabar con ella, eso sería triste pero Neve manejaría la situación de acuerdo a lo que correspondiera.
Por ahora, antes incluso de llegar a eso, necesitaba ver qué decía Aphria con respecto a guiarlas a través de la siguiente parte del Piso.
Así que, Neve se puso sus Harapos Manchados de Sangre, le dijo a Erin que esperara en la salida del campamento, y caminó hacia donde Aphria seguía sentada, tomando sorbos lentos y metódicos de su té.
Cuando Neve llegó a la mesa, los ojos del ángel la siguieron, desde el momento en que apareció en su vista hasta que se sentó en la silla opuesta.