—Bien hecho, Rendell. Sabía que podía confiar en ti —Arabella sonrió radiante.
—Ha sido un placer, Su Majestad —Rendell hizo una reverencia y dio un paso atrás—. Me alivia, sabía que podía confiar en ti.
—A diferencia de alguien aquí —Arabella lanzó una mirada de reojo a su marido y él se sobresaltó.
—A-Arabella, fue un error mío. No volverá a ocurrir —Fernando sostuvo su mano.
—¿Quizás Su Majestad necesita asegurarte como suele hacerlo contigo? ¿No siempre te calma ser íntimo? —Alwin le dijo a su señor.
—Eso soy yo. Me encanta cuando ella me asegura cuando estoy celoso. Pero mírala. Cuando está celosa no quiere que la toque ni un poco —Fernando hizo un puchero ya que Arabella había liberado su mano de su agarre.