Arabella y Fernando se estaban besando en el sofá cuando alguien llamó para entregar su comida.
Prepararon alimentos blandos para Arabella ya que no había comido nada en tres días. Mientras tanto, lo de Fernando era mayormente carne, como de costumbre.
Comía lentamente ya que no tenían prisa esta vez y de todos modos aún no le permitían trabajar. Su esposo podía ser bastante estricto cuando se trataba de su salud.
—Tu cuerpo está demasiado débil, así que tienes que tomarlo con calma por unos días. Acabo de darme cuenta, pero pareces una adicta al trabajo. No dejas pasar un día sin hacer algo de trabajo. Pero no te dejaré hacer eso por ahora —fue lo que Fernando le dijo.
Él pensaba que los cuerpos humanos eran demasiado débiles y si no la detenía de trabajar, ella podría agotarse hasta morir.
«No soy una adicta al trabajo. Solo estoy acostumbrada a hacer mi trabajo como Emperatriz todos los días durante dos décadas. Se había convertido en un hábito.»