—Caramba. Fernando, este cuerpo ya no es solo tuyo. También es mío. Así que cuídalo más —le regañó suavemente Arabella.
—. . .
Su esposo se quedó sin palabras.
«¿No le gusta cómo lo dije?»
—¿Qué dijiste? No escuché bien —Fernando tomó su cara entre sus manos.
—Dije que este cuerpo es —estaba a punto de repetir sus palabras, pero se dio cuenta de que no había forma de que Fernando no las hubiera escuchado. Tenía sentidos agudos. Y estaban tan cerca el uno del otro. Sus rostros estaban a solo unos centímetros de distancia. Simplemente quería que lo dijera de nuevo.
[Ella dijo que mi cuerpo es suyo…] Fernando la miró con asombro, evitando que una sonrisa cruzara sus labios. Arabella se sonrojó por tener que decirlo otra vez, ya que él obviamente lo esperaba. Sus ojos estaban brillantes mientras la miraba expectante, esperando a que repitiera sus palabras. Quería evitar su mirada, pero no pudo.
—No. Lo escuchaste claro y fuerte —Arabella hizo pucheros.