Fernando se estaba obligando a mirar por la ventana antes. Pero su esposo no podía dejar de lanzar sus ojos hacia ella. Él seguía lanzándole miradas y ella copió su ejemplo. Fingió mirar el paisaje por la otra ventana.
Cuando él pensó que ella no lo notaba lanzándole miradas, la miró fijamente. Y su mirada no se apartó de ella esta vez.
«Ella siempre es tan bonita sin importar lo que haga. Es tan injusto. ¿Cómo puede encantarme solo por estar sentada allí mirando por la ventana? Realmente quiero sentarme junto a ella. Pero si lo hago, sé que mis manos no se comportarán. La llevaré a mi regazo para poder sentir el calor y la suavidad de su cuerpo contra mí. Y podría disfrutar de su aroma mucho más cerca y más intenso.» Fernando tragó saliva mientras seguía mirándola.