—¿Por qué suspiraste así?
—Pensé que me regañarías porque acabo de usar tu sello sin permiso —admitió Arabella.
—Como dije antes, puedes usar mi sello tanto como quieras. Te doy permiso. Escribiré un edicto, para que nadie se queje si se dan cuenta de que no fui yo quien hizo esos documentos.
—Gracias —Arabella estaba maravillada y conmovida por la confianza que Fernando tenía en ella. Podría usar su sello para muchas cosas malvadas y egoístas, y sin embargo, él incluso estaba escribiendo un edicto que le permitía usarlo como quisiera.
—Soy yo quien debería estar agradecido. Hiciste tanto mi trabajo como el de Ramón además del tuyo. Ambos nos entramos en pánico y no consideramos estas cosas. Gracias por cubrirnos. Los Ministros habrían estado en un aprieto si todos estos documentos se retrasaran sin una explicación adecuada. Hiciste todo tan bien también. Podría terminar queriendo que trabajes en mi oficina en lugar de la tuya —Fernando la elogió y agradeció en su lugar.