El rey Edward se sentaba impaciente en su suntuoso trono, mirando fijamente la entrada de su sala de consejo. La hora avanzada había acrecentado su ira, y no hizo ningún esfuerzo por ocultar su molestia cuando Hunter, su consejero de confianza, finalmente llegó. Sin embargo, Hunter no se inmutó ante el desagrado del rey. Sabía que su deber era más importante que el humor del rey, y se centró en el propósito de la reunión. Ignorando las miradas venenosas que le lanzaban, habló con calma y determinación.
—Su Majestad, he recopilado información vital sobre Alyssa —comenzó Hunter, fijando su mirada en el rey—. Parece que no está con su familia en este momento.
Las cejas del rey se fruncieron con preocupación.
—¿No está con su familia? ¿Dónde podría haber ido?
—Eso es precisamente lo que pretendo averiguar —respondió Hunter, su voz teñida de determinación—. Tengo la sensación de que puede estar en grave peligro, Su Majestad.