Delilah abrió los ojos y frunció el ceño con frustración.
—Solo fue un beso en la mejilla—. ¿Realmente tienes que actuar así? Soy tu amiga de la infancia…
—Sal de aquí —dijo Everett fríamente—. Y no vuelvas a molestarme.
Delilah sintió como si su corazón acabara de ser apuñalado. Miró a Everett incrédula.
Everett se acercó, tomó su bolsa y—justo frente a su rostro sorprendido—sacó el cuaderno y arrancó la página con la firma de Aurora.
—Ugh… ¡Qué mezquino eres! Everett, ¿quieres que te golpee?
Delilah le lanzó un golpe.
—Está bien, me iré. Pero devuélveme el autógrafo de mi diosa.
Everett levantó una ceja.
—100,000.
—¿Cien mil?
Delilah parpadeó. Una vez había estado obsesionada con Everett, pero esa obsesión desapareció rápidamente. Con este solo movimiento, pudo ver dónde realmente estaba su corazón: con Aurora.
Curiosamente, no estaba enojada. No estaba celosa. Solo… ligeramente decepcionada.