cuatro

Aurora miró con terror a esa cara retorcida. Nunca olvidaría esa noche—este hombre repugnante la había inmovilizado, manoseándola mientras escupía palabras viles.

Gracias a Dios que Everett apareció justo a tiempo para detenerlo. La salvó de ser violada por este hombre y su pandilla.

Pero ahora la pesadilla había vuelto.

Los cuatro hombres afuera sonreían aún más salvajemente.

Everett sacó a Aurora del coche. Ella vio la cara del hombre—la misma cara de sus pesadillas—y el miedo le convirtió las piernas en gelatina. Lo miró con desdicha.

—Ésta es una belleza. Mira ese cuerpo.

—Jefe, vamos a arruinarla.

—Probablemente también tenga un sabor dulce, ¿eh?

Los hombres reían groseramente, llenos de lujuria y suciedad. Aurora temblaba por dentro, pero Everett le agarró la mano con calma.

—Aurora, no tengas miedo. No tengas miedo —se susurraba a sí misma, intentando mantenerse fuerte, intentando respirar.