La tensión entre Merrick y Angus era evidente. El Alfa mayor sorprendentemente retrocedió primero y levantó sus manos en señal de rendición.
—Vamos, amigo mío. No queríamos hacer ningún daño —sonrió a Merrick sin mostrar rastro de enemistad.
—Solo estamos aquí para extender la amistad hacia ti y dar la bienvenida a estos dos como los nuevos miembros de nuestro consejo de la manada.
Merrick permaneció rígido, y su actitud no cambió, incluso con las palabras de tranquilidad del Alfa afirmando que no quería hacer daño.
Merrick frunció el ceño, creando profundas líneas en su frente, mientras miraba a Angus con el ceño fruncido. Nadie habló, y la habitación se llenó de un pesado silencio, roto únicamente por el sonido de los pasos de Merrick a lo largo de la mesa.
Sus ojos iban de un hombre a otro, estudiando cuidadosamente sus rostros con una mezcla de control y autoridad.