—Quiero lavarme —dijo ella, levantándose y apartándose de Carter.
Dahlia no quería que él la viera así. Sucia, cubierta de sangre y sudor, con el cabello en un desastre desaliñado.
Sin embargo, cuando levantó la vista para encontrarse con la suya, él se veía igual, con la sangre de alces manchando su cabello y cara normalmente perfectamente arreglados.
—Hmm… —murmuró él, observándola mientras intentaba cubrirse.
—Aún tímida sobre tu apariencia después de todo el tiempo que hemos pasado juntos —comentó él.
Él pasó su brazo alrededor de su hombro, atrayendo su cuerpo hacia él y envolviéndola en su abrazo.
—No me importa cómo te veas. Siempre te amaré, Dahlia —le afirmó él.
Una ola de calor barrió a Dahlia. Sintió sus labios deslizándose tiernamente por el borde de su hombro, avanzando hacia el hueco de su cuello, el lugar donde él la había marcado no hace mucho.