Escapa a las Puertas Doradas...

Clarissa

Finalmente, cuando estábamos bien lejos del grupo de búsqueda, disminuimos el paso y continuamos a un ritmo normal.

—¿Cómo la encontraste? —pregunté mientras nos agachábamos bajo una rama baja.

—He estado vigilando la casa de la manada, siguiendo los movimientos de Nathan —respondió Jeremy en voz baja—. Cuando vi a los grupos de búsqueda salir, los seguí a distancia. Encontré a Lyla tambaleándose lejos del refugio, apenas capaz de mantenerse en pie.

Llegamos a un matorral denso, y Jeremy apartó unas ramas para revelar una pequeña hondonada natural. Allí, acurrucada de lado y cubierta con la chaqueta de Jeremy, estaba Lyla. Su rostro estaba pálido y su respiración era superficial.

Corrí a su lado, presionando mi mano sobre su frente.

—Tiene fiebre, está ardiendo.

—Las heridas están infectadas —dijo Jeremy con gravedad—. Necesita atención médica, pero no podemos arriesgarnos a llevarla al sanador de la manada.

Los ojos de Lyla se entreabrieron al sentir mi toque.