El Verdadero Padre de Natalie

James Harper ascendió de inmediato los pocos escalones para subir a ese gran podio. Cada onza de su existencia emitía confianza, determinación, arrogancia: el poder que tenía. Su mirada aguda escaneó a la mujer sentada en su silla de ruedas, mirándolo, aún en shock.

Su expresión permanecía igual: fría y distante, mientras la miraba.

—Sr. Harper, es bueno verlo aquí, pero... —comenzó la Reina, sin saber exactamente lo que estaba ocurriendo.

Si hubiera sido alguien más quien perturbara la ceremonia real de esta manera y llegara sin invitación mientras creaba tal alboroto, no lo habría tolerado. Pero no podía tratar a alguien como James sin consideración. James no era el tipo de persona que actuaba impulsivamente, y tenía que haber una razón para que él estuviera aquí de repente.

—Su Majestad, disculpas por intruir así, pero tenía que hacerlo —dijo James firmemente.

La Reina rápidamente se recompuso, incómoda frente a todos. Consiguió una ligera sonrisa.