Mientras Xu Hu Zhe observaba a Xu Feng absorto en releer la carta, una cálida sonrisa se dibujaba en su rostro, iluminando su habitual mirada reservada.
En el tranquilo patio, donde los únicos sonidos eran el murmullo de las hojas y el canto ocasional de los pájaros, la sonrisa de Xu Hu Zhe parecía iluminar todo el espacio.
Su sonrisa era como un rayo de sol que rompe las nubes, proyectando un aura brillante y alegre a su alrededor. No había forma de pasar desapercibido esta vez, aunque intentara dejar a Xu Feng con sus pensamientos. En ese momento, no podía contener su alegría.
Probablemente tenían mucho por planear, y Xu Feng necesitaba espacio para reunir sus pensamientos. Era obvio que el ger de cabello plateado pasaba bastante tiempo perdido en sus pensamientos...