Un hombre que extrañamente parecía poder encajar en cualquier lugar apareció en el centro de un tranquilo bosque que previamente había estado aterradoramente quieto. Su cabello plateado soplaba suavemente con la brisa, moviendo mechones sobre su frente.
Su estatura era menor que la que había tenido unos momentos antes, pero más alta que la que tenía cuando se encontró por última vez en esta parte particular del bosque.
El bosque permanecía sin cambios en su inquietante quietud, pero esta vez, el silencio se sentía más como un abrazo de bienvenida que como una advertencia ominosa. El hombre, ahora completamente en sintonía con la quietud, inclinó ligeramente su cabeza, sus labios curvándose en una sutil y conocedora sonrisa.