La luz de la mañana se filtraba lentamente en la habitación, lanzando un suave resplandor sobre las sábanas enredadas y las quietas formas que descansaban en ellas. El calor de estar envuelto en el firme abrazo de Xuan Jian era reconfortante, pero la mente de Xu Feng aún no estaba del todo tranquila.
Su felicidad perduraba, cálida y reconfortante, pero debajo había algo más—un borde restringido de pensamiento, sutil pero persistente.
Xu Feng se movió ligeramente, levantando la cabeza lo suficiente como para mirar a través de la cama a Xuan Yang. El hombre estaba reclinado contra el cabecero, su expresión habitualmente compuesta se suavizaba por el sueño y la cómoda pereza de la mañana. Sin embargo, había algo—algo diferente.
—Definitivamente hay algo muy diferente en ti —comenzó Xu Feng en voz baja, su voz rompiendo el silencio pacífico.
Xuan Yang parpadeó lentamente, levantando una ceja pero sin decir nada. Xu Feng de todos modos no le estaba hablando completamente a él.