{Melisa}
La tarima estaba en el centro de la plaza, cubierta de capas de tela púrpura y dorada que brillaban como joyas recién pulidas bajo el sol del mediodía.
[Hombre, Malachim sí que se esforzó en la presentación, ¿eh?]
Detrás, una línea de sillas para los invitados nobles resplandecía, su madera pulida y cojines de terciopelo gritando riqueza y estatus.
El Señor Malachim, con deslumbrantes ropas doradas, estaba al borde de la tarima, gesticulando como un director de orquesta.