Escaparate, Parte Treinta y Cinco

—Buen trabajo, Isabella —pensó, reprimiendo apenas una risita.

Oh, había sido una tarde muy, muy gratificante.

Isabella estiró los brazos por encima de su cabeza, sintiendo cómo cada músculo se relajaba mientras se dirigía por los pasillos y hacia el jardín. La risa resonaba a lo lejos, las voces de sus amigos se mezclaban con el suave chirrido de los grillos mientras el sol comenzaba a ponerse.

Aunque había pasado un tiempo dado que Isabella acababa de pasar la mayor parte del día con alguna verga dariana en su boca, los demás todavía estaban allí. Margarita, Melisa, Javir, Melistair, Cuervo, todos ellos seguían reunidos, charlando y compartiendo una bebida.

Isabella captó la mirada de Melisa y básicamente confirmó cualquier pregunta que la nim pudiera tener con un firme asentimiento, pero su mirada se desvió hacia donde su madre, Kimiko, estaba sentada en uno de los bancos, observando tranquilamente al resto.