Escaparate, Parte Treinta y Seis

El ambiente era sorprendentemente agridulce mientras todos se reunían en el salón principal de Javir, bolsas empacadas y listos para partir.

Con los Magos de las Sombras fuera del juego, ya no había razón para que todos se quedaran aquí por más tiempo. El momento en sí, cuando Javir sutil pero claramente echó a los recién llegados, casi había dado un latigazo a Melisa, aunque por supuesto entendía por qué Javir lo hacía.

Había sido un santuario temporal, un lugar donde podían reagruparse y lamerse las heridas, pero ahora era hora de seguir adelante.

Melisa se apoyó contra el marco de la puerta, brazos cruzados, observando cómo los demás hacían sus despedidas.

—[Suspiro, hombre,] se lamentó. [Parece una eternidad desde que todos vinieron aquí, aunque en realidad hayan sido apenas algunas semanas. Vaya.]