Melisa se paró frente a la casa de Isabella. Era la mañana, y la suave brisa del inicio del día llevaba el aroma de pan fresco de una panadería cercana. Detrás de Melisa, esperaba el carruaje espectral de Javir.
—¿Segura que no quieres que espere? —Javir llamó desde la ventana, su cabello color luz del sol capturando la luz de la mañana. —Siempre podría volver más tarde.
—Nah, podría estar aquí un rato —respondió Melisa, ajustando su vestido. La seda púrpura se sentía fresca contra su piel mientras alisaba una arruga. —Tengo algunas... cosas que discutir.
La manera en que Javir arqueó una ceja alta hizo que las mejillas de Melisa se sonrojaran.
—Estoy segura de que sí. Bueno, diviértete entonces. —El carruaje se alejó, sus caballos mágicos apenas hacían ruido mientras avanzaban sobre las piedras, dejando a Melisa sola en el umbral. Ella tomó una respiración profunda, estabilizándose antes de golpear.