Algunas cosas nunca cambiaban, Melisa reflexionaba mientras se sentaba en su lugar habitual en clase.
El sol de la mañana todavía entraba a raudales por las altas ventanas, algunos estudiantes tenían que sujetar sus propias cabezas para no quedarse dormidos, e Isabella todavía trataba el regazo de Melisa como su trono personal.
—Al menos hoy lleva bragas. Aunque, de una manera extraña, ver la polla de Isabella armando carpas en realidad es casi más lascivo que simplemente ver su polla —pensó Melisa.
El profesor había ganado algo de peso durante el invierno, aunque solo lo hacía parecer más jovial. Algunas caras faltaban, transferidas a otras clases o programas, y algunas caras eran nuevas. Por ejemplo, ahora había otra kitsune en clase, un poco rellenita con las tetas más grandes que Melisa había visto, pelo verde, orejas de zorro verdes y una cola de zorro igualmente verde con la punta blanca. Se veía linda.
Pero en su mayoría todo se sentía... familiar.