Las botas de Melisa repiqueteaban contra los adoquines mientras se dirigía de vuelta a la academia, su mente repasando la pelea una y otra vez.
«Traidora», pensó, la palabra resonando en su cabeza como una mala resaca. «Realmente me llamaron traidora. Yo. ¡La que ha estado tratando de ayudarles todo este tiempo!»
Sus puños se cerraron a su lado.
«Quiero decir, ¿¡qué diablos!? ¿Tienen alguna idea de cuántas veces he estado a punto de MORIR solo por existir? ¡¿Qué demonios!?»
Pateó una pequeña piedra, viéndola deslizarse a lo largo de la calle. Sí, literalmente estaba pateando piedras.
«Ah, lo siento, ¿preferirías que simplemente me juntara con esclavos nim aleatorios en lugar de recibir una educación y mejorar mi magia? ¿Es eso lo que quieren? ¿Para que simplemente me siente allí y no haga nada mientras los humanos nos desprecian? Porque eso realmente está ayudando a la causa, ¿verdad?»