Las preguntas comenzaron casi inmediatamente. Muchas de ellas eran un eco de los propios sentimientos de Melisa.
—¿Cómo entraron?
—¿Quién les permitió pasar?
—¿Por qué no estábamos preparados?
Melisa se quedó allí parada, su magia todavía chisporroteando a su alrededor mientras las preguntas se lanzaban de un lado a otro. Los nobles que no habían huido estaban particularmente alterados, sus rostros rojos ya sea por miedo o por ira. Quizás ambos.
[Sí, porque claro, quedarse parados gritando va a resolverlo todo.]
—¡Esto es escandaloso! —declaró un hombre particularmente pretencioso, con sus cachetes temblando con cada palabra—. ¡Exigimos respuestas! ¿Primero los ataques en la ciudad, y ahora esto?
Tantas preguntas no eran tan malas. Se esperaban y, para ser honestos, Melisa estaba de acuerdo con ellas. Absolutamente necesitaban saber cómo exactamente había pasado esto.
Con lo que no estaba de acuerdo eran con las acusaciones directas que empezaron a llover poco después.