—Quizás deberías tomar un descanso —llamó el instructor de entrenamiento desde una distancia segura—. Ese es el cuarto de hoy...
Armia lo ignoró. Sus escamas brillaban con el sudor mientras se movía hacia el siguiente ejercicio, levantando pesas que habrían desafiado a tres hombres comunes. Sus músculos ardían agradablemente con cada repetición.
—Puedo ser ambas cosas. Fuerte y refinada. Solo necesito encontrar el balance correcto.
Había visto destellos de Melisa a lo largo del día, siempre con Isabella revolviéndose en su regazo, siempre rodeada de susurros y miradas. El espectáculo había hecho que la sangre de Armia se bombeara de más de una manera.
—Concéntrate. Estás en público y estos shorts de entrenamiento no esconden mucho.
Pero su pene tenía otras ideas, especialmente cuando recordaba haber pasado por su aula y ver a Isabella moliéndose sutilmente contra Melisa mientras pretendía prestar atención a la conferencia.