—Vamos —gruñó Isabella, embistiéndose con más fuerza contra Armia. Melisa podía ver cómo el pene de Armia rebotaba contra los abdominales de Isabella con cada empuje—. Deja salir tu voz. Muéstranos cuánto lo vas a extrañar.
Casi como respuesta a esa petición, Armia comenzó a gemir más fuerte. Se veía un poco tonta, como esta mujer enorme y dominante siendo llevada por dos kitsunes a ambos lados. Pero, joder si no se veía también jodidamente caliente.
Kimiko se acercó un poco para morder el cuello de Armia, pero no perdió ni un solo golpe para hacerlo. Sus manos agarraban las caderas de Armia tan fuerte que seguramente iba a dejar marcas, pero no parecía que a Armia le disgustara.
Solo fueron necesarios unos pocos golpes más antes de que Armia empezara a disparar chorros. El primero alcanzó la cara de Isabella y la kitsune en realidad parpadeó antes de lanzar carcajadas. Y, el pene de Armia no se ablandaba.