—Así —dijo Aria, de pie junto a la barandilla del jardín, sin mirar a Melisa—. Encontraste algo.
«Sí, descubrí que algunos de mis idiotas están planeando volar la mitad de la ciudad», pensó Melisa, moviéndose incómoda.
Su trasero todavía dolía por las actividades de la noche anterior, lo que hacía que estar de pie firmemente fuera algo desafiante.
—Lo hice. Aunque... —Melisa dudó—. No es exactamente fácil hablar de esto.
—¿Porque estabas espiando a tu propia gente?
«Porque me acosté con la hermana de uno de los cabecillas.»
Melisa se movió incómodamente.
—Bueno, mira —Melisa se aclaró la garganta—. Están planeando algo grande. O, supongo, varias cosas grandes. Varios ataques coordinados. Vi mapas con rotaciones de guardias marcadas, lugares clave señalados: la academia, el distrito de almacenes, el barrio noble...
Aria se volvió para mirarla, con los ojos ligeramente más abiertos.
—¿Y estás segura de esto?