Lealtad, Parte Dieciocho

—Bueno... primero, los seguiría —dijo Cuervo en voz baja. Melisa se puso cómoda, moviéndose un poco mientras Cuervo miraba fijamente el techo—. Aprendería su horario. Cuando duermen, cuando comen... Ese tipo de cosas. La clave para atraparlos es entender qué es lo que los mueve... de esa manera, sabes exactamente cuándo es que bajarán la guardia. A partir de ahí, se trata de encontrarlos en el lugar correcto, en el momento adecuado... O, supongo, el lugar equivocado y el momento equivocado, desde su punto de vista.

—¿Como dónde? —preguntó Melisa.

—No en su casa, obviamente. Es el primer lugar donde la gente busca, así que tus huellas todavía estarán frescas cuando encuentren a la persona. Quieres un lugar intermedio. Un lugar al que vayan regularmente, pero no todos los días. Date tiempo para borrar tu presencia de la mente de quienes querrían atraparte —explicó Cuervo.

«[Hmm,]», pensó Melisa. «[¿Como ese bar, tal vez?]»