Lealtad, Parte Cuarenta y Cuatro

La casa de Javir parecía exactamente igual que cuando se habían ido, lo que de alguna manera hacía que todo pareciera aún más surrealista. Como si estuvieran caminando hacia atrás en el tiempo, retrocediendo a la seguridad mientras su hija mayor se quedaba atrás para luchar en sus batallas.

«... Al menos esta vez no estamos huyendo de un incendio», pensó, viendo a Margarita intentar evitar que Hazel saliera corriendo a alguna parte.

La puerta se abrió antes de que pudieran tocar, y ahí estaba Javir, radiante como siempre. La sonrisa que iluminó su rostro al verlos llegó hasta esos ojos esmeralda y los envolvió en un abrazo que olía a libros viejos.