Lealtad, Parte Cincuenta y Cinco

La tensión en la sala se intensificó. Casi todos observaban el enfrentamiento, con conversaciones que gradualmente morían mientras las cabezas se giraban hacia ellos.

La sonrisa de Melisa se transformó en algo completamente distinto. No una mueca, no un gruñido, sino el tipo de sonrisa que decía que había terminado de hacerse la tonta. La clase de sonrisa que había esperado tanto tiempo para mostrarse.

—Bueno, por el lado positivo, finalmente. Se acabó 'Melanie'. Se acabó asentir a esta mierda revolucionaria— pensó.

—¿Y bien? —exigió Koros, apretando el puño sobre el mostrador—. ¿No tienes nada que decir, Llama Negra?

Melisa inclinó ligeramente la cabeza, estudiándolo con el mismo interés casual que uno podría darle a un insecto antes de decidir si dejarlo vivir o aplastarlo.

—Ya sabes, en realidad me siento aliviada —dijo ella, bajando la voz entusiasta que había estado usando—. Fingir interés en tus fantasías a medio hornear me estaba agotando.