Los jardines del palacio estaban tranquilos por la mañana. Casi demasiado tranquilos para el gusto de Melisa. Se sentó frente a la Reina Aria (finalmente se estaba acostumbrando a llamarla así) en una pequeña mesa de piedra, ambas sosteniendo tazas de té humeante.
«Esto es raro», pensó Melisa, observando la postura perfecta y la expresión serena de Aria. «Acabo de detener una pequeña insurrección, y ahora estamos teniendo una maldita fiesta del té».
—Entonces —dijo Aria, dejando su taza en la mesa—. Cuéntame todo.
Melisa suspiró, recostándose en su silla.
—Bueno, Su Majestad, resulta que...
Melisa procedió a abrir su corazón. Todo desde ese encantador grupito de nim que quieren quemar el reino hasta los cimientos, el ataque a la familia, e incluso lo que pasó con el almacén (aunque Melisa omitió la parte de que había sido ella quien realmente había matado a esos pobres trabajadores).