Melisa se despertó de golpe, con sudor perlándose en su frente y el corazón latiendo a toda prisa.
En su sueño, había vuelto a estar en aquel bar, enfrentándose a Koros. Solo que esta vez, cuando Vira se interpuso entre ellos, Melisa no detuvo su hechizo. Las agujas de hielo habían atravesado a ambas, y la expresión sorprendida y traicionada de Vira mientras caía
—No, no, eso es suficiente —murmuró Melisa.
Se sentó, frotándose los ojos. La luz del sol se filtraba a través de la ventana de su habitación, sin importarle lo más mínimo sus luchas internas.
Con un quejido, Melisa balanceó sus piernas fuera de la cama. Sus músculos se quejaron, aún adoloridos por la pelea. Se había curado, pero aún así juraría que todavía tenía un corte en el brazo de alguna manera.
—Al menos estoy viva —murmuró, poniéndose el uniforme de la academia mecánicamente—. Eso es más de lo que puedo decir de lo que hubiera pasado si Koros se salía con la suya.