—¿Por qué tienes tantos problemas cuando estoy yo? —Eva parpadeó y luego sus ojos se entrecerraron al comprender el significado.
—Si piensas que me voy a llenar comiéndote entonces estás equivocado. Por mucho que lo disfrute, eres tú quien me come a mí. Quizás te sientas satisfecha —le echó una mirada a su entrepierna y su rostro se puso rojo de inmediato—. Ella se estaba volviendo más atrevida. Demasiado atrevida y él se enamoraba de ella otra vez —pero después de eso siento aún más hambre. Así que no lo haré hasta que me ataques y me fuerces —incluso las palabras le resultaban extrañas de su boca. Sacudió la cabeza para deshacerse de la imagen. Pero la imagen de ella atada a la cama y gritando su nombre mientras la tomaba una y otra vez lo hizo estremecerse por un segundo.
Su cuerpo devorando y su hombría reaccionando. Sus ojos se entrecerraron al ver el movimiento y estaba a punto de fruncir el ceño cuando su estómago gruñó de nuevo y él abandonó el pensamiento.