—Lo haré, su majestad. Haré todo lo posible. —La forma en que se agitaron sus ojos demostró que esperaba que ella rechazara. Pero el oscuro placer que recorrió su sangre cuando ella aceptó la oferta se sintió extraño.
Ella no sabía sobre su pasado. Tal vez, también había olvidado a su madre. Pero la intensidad de sus ojos ardientes le recordaba a esa mujer y después de mucho tiempo, se sintió intrigado.
—Evangelina. —Sus ojos se dirigieron a Damien, el único hombre que tenía más emociones que una mujer. La miraba a su esposa con ojos perdidos. Tan devoto, justo como el marqués. ¿Se convertiría en alguien como él si Evangelina muriera? El pensamiento hizo que sus manos tuvieran ganas de intentarlo.
—Puedo hacerlo. ¿Qué tan difícil puede ser? —ella le sonrió para asegurarlo. Si solo supiera, Carmen se rió con malicia en su voz.