El Anillo

—¿Quieres que me case contigo? —Damien se rió sin rastro de amabilidad en su voz. Pero ella asintió. Encontró sus ojos—. Le prometiste a tu padre que cuidarías de mí, Damien. Y a tu abuelo también. Y para recordarte tu promesa, he traído esto —sacó el anillo verde y lo colocó en su palma.

El rostro de Damien se oscureció al mirar el anillo. Sus ojos se volvieron rojos y fríos.

—¡Te atreves!

—No te estoy forzando. Pero no tengo otra opción. Esperaba que te dieras cuenta de mi importancia y me pidieras casarte con tu propia voluntad. Pero ahora es demasiado tarde, no soporto más el vacío —¡vacío! Ja.

—Estás durmiendo con un hombre nuevo cada noche. ¿De qué tipo de vacío hablas? —Los ojos de Hazel se agrandaron. Nunca pensó que, de todos, Damien sería el primero en insultarla.

—Pensaste que nadie te había visto, pero no es así, Hazel. Estás tocando en la puerta equivocada —sus ojos se llenaron de disgusto como si estuviera mirando algo sucio.