Los sueños no abandonaban a Eva. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a su infancia. Unas veces, jugaba con un niño pequeño que prometió estar con ella para toda la vida. Estaba segura de que el niño era Damien. Pero cada vez que se acercaba a él, el fuego los quemaba.
Unas veces estaba con su madre. Su cabello plateado danzaba en el viento y ella sonreía a Eva con una mirada tan tierna que hacía temblar a Eva. Pero, cada vez, decía algo triste sobre dejarla. Esta noche no fue diferente. No quería dormir otra vez, pero Damien le dijo que la mantendría a salvo, así que cerró los ojos de nuevo. Pero había vuelto a sus pesadillas de nuevo.
Esta vez estaba en la iglesia. Estaba rezando con su madre cuando un padre vino a llamarla. Ella sujetó a Eva con fuerza como si intentara protegerla.
—Madre... —Elsa miró a Eva y sonrió suavemente.