—¡Mierda! —maldijo cuando escuchó el crujido de los huesos. No podía creer que una joven lo hubiera herido lo suficiente como para romperle los huesos. Había bajado la guardia demasiado.
—¡Evangelina! ¿Qué demonios estás haciendo? —la enfrentó, pero sus expresiones habían cambiado completamente como si no fuera la chica que había venido a encontrarse con él.
Ian, su caballero, también había dado un paso atrás. Estaba parado detrás de ella como si la estuviera protegiendo desde atrás.