Charlotte se congeló. Todo su cuerpo sintió un rayo que la hizo incapaz de reaccionar por un largo segundo. No, debía ser su ilusión. Sacudió la cabeza y abrió la boca nuevamente,
—Eso merece un castigo severo por matar a mi hija. Yo...
Carmen rió con una mirada de lástima en sus ojos que la hizo estremecer. Entonces, no era una ilusión.
Se giró lentamente, todo su cuerpo oponiéndose a sus acciones, pero se obligó a hacerlo, solo para ver a Elena recostada en la cama de su majestad.
—No es una ilusión —escuchó la voz del diablo en sus oídos y su espalda se estremeció.
Sus rodillas cedieron y tropezó, lista para caer, cuando Carmen la sostuvo por la cintura.
Sus ojos brillaron con un atisbo de culpa. Pero pasó antes de que pudiera notarlo.
—Tu otra hija, Evangelina, salvó a Elena del pozo del infierno —sus labios se curvaron al decir la última palabra y su agarre se apretó en su cintura, lastimándola en el proceso.