—¿Acaso necesito recordarte nuestra diferencia de edad? —ella apartó sus manos mientras todo su cuerpo temblaba. Los ojos de Carmen estaban oscuros y lúgubres.
—Maté a mi padre, Lotte, hace mucho tiempo, Lotte. Si hubieras confiado en mí. Lo habría hecho posible. Pero nunca lo quisiste en primer lugar. Para ti, yo era un príncipe crédulo, no un hombre al que pudieras amar. Con el tiempo, solo has venido a depender de mí por mi poder. Pero ya no más, no soy un peón que pueda usarse tan simplemente. ¡Fuera! —Lotte cerró sus ojos. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras.
Su cuerpo aún temblaba con temblores pasados. Pero ¡ay! Carmen no estaba de humor para darle tiempo.
—¡Dije que te vayas! Si no te vas, llamaré a los guardias para que te manejen —ella finalmente abrió los ojos y miró su rostro sombrío. En ese instante, supo que había perdido algo de lo que siempre se arrepentiría.