Una mujer cambiada

Soliene llamó a la puerta de la habitación en la mañana. Ni siquiera recordaba cómo había terminado en una habitación ella misma. Recordaba claramente que estaba parada en la puerta custodiándola como había prometido a Damien.

—Ahora el duque me va a quemar viva si algo le pasa a Eva. —Maldijo mientras llamaba de nuevo a la puerta—. Su gracia, soy yo, Soliene. ¿Estás bien ahí? —Un toque de desesperación se filtró en su voz al no recibir respuesta y volvió a llamar, pero no se escuchó ningún sonido del otro lado.

—¿Debería romper la puerta si justifico que es una emergencia? —Suspiró y contempló cuando la sacerdotisa de la noche anterior llegó y abrió la puerta con una llave, haciendo que Soliene frunciera el ceño—. ¿Has encerrado a la santa en su habitación? —Su voz estaba llena de incredulidad.