—Tú no eres Eva. Esa no fue la respuesta que ella esperaba de Damien, pero al mismo tiempo no se sorprendió cuando él la miró con enojo.
—Este es el cuerpo de tu esposa, Damien. Lo que sea que hagas, lo estás haciendo solo con ella. No tengo un cuerpo vivo. Ella intentó sostenerlo, pero él dio un paso atrás y la miró con odio.
—Entonces deja su cuerpo. No eres un mortal. ¿Por qué quieres vivir tu vida como uno? —sus manos ya habían alcanzado la daga, pero estaba luchando con ella. El cuerpo pertenece a Eva, si la lastimaba, la lastimaría a ella.
Los ojos de Eva se apagaron y ella miró al suelo.
—Siempre eres tan rebelde. Tan ingrato. No notaste que la salvé, ¿verdad? —ella frunció el ceño, su voz era lo suficientemente fría como para obligarlo a retroceder unos pasos. Él trató de resistir, pero su fuerza era demasiado fuerte.
Pero cada vez que ella usaba sus poderes, su rostro se ponía pálido. Parecía que estaba usando la fuerza vital de Eva para mostrar sus poderes.