Eva sintió como si su cabeza se partiera en dos cuando despertó. Le tomó unos segundos poder ver claramente. Pero se sorprendió al notar que ya no estaba en la iglesia.
Estaba acostada en una cama suave dentro de una tienda. Damien estaba sentado a su lado izquierdo leyendo un libro viejo con un fuerte aroma a cuero y pergaminos gastados.
Lo observó con anhelo. ¡Cuánto tiempo había pasado! ¿Podría ser que estaba viendo un sueño? Como si él hubiese notado su mirada, Damien volteó a mirarla pero no se movió como ella. Ambos continuaron mirándose hasta que él encontró su voz.
—¿Cómo te sientes ahora? —hubo vacilación en su voz, pero ella no prestó mucha atención ya que estaba confundida.
—¿Cómo llegué aquí? ¿Abrharam me echó porque me negué al último rito? —miró a su alrededor nuevamente e intentó sentarse.
Damien tomó sus manos y la ayudó. Podía sentir su pulso. Estaba normal otra vez. Y la forma en que hablaba tampoco tenía poder.