Cuando el carruaje se detuvo, una gran multitud esperaba a Eva con sus ojos en la puerta.
Cuando la puerta se abrió, todos la vitorearon. La multitud estaba compuesta principalmente por plebeyos, pero trajeron las mejores flores, la mejor seda que podían permitirse y su mejor comida para ella.
La miraban como si estuvieran mirando a la diosa.
Abraham sostuvo su mano firmemente y la llevó al escenario hecho para la familia real en la plaza. Soliene trató de alcanzarlos. Pero más y más multitudes se interponían en su camino y le resultaba difícil llegar hasta Eva.