El Área Prohibida

Antes de que su cerebro pudiera siquiera procesarlo, sus pies ya lo habían llevado corriendo por el corredor, hacia donde estaba su querido novio. Jin Jiuchi... ¡Jin Jiuchi...! El corazón de Shen Nianzu clamó por él con ardor. La poderosa fuerza de su anhelo incluso compensaba el agotamiento que le desgastaba hasta los huesos. Corrió como si tuviera alas en la espalda, como si nunca hubiera conocido lo que era el cansancio. Su corazón se sentía más fuerte y vivo que nunca. ¡Por el amor de Dios, nunca había esperado que llegara el día en que extrañaría tanto a ese tonto husky como ahora!

—Nian'er...

—Nian'er...

La voz resonó una vez más, y Shen Nianzu gritó en respuesta:

—¡Jin Jiuchi! ¡Jin Jiuchi, dónde estás!