Siempre llorando

Gu Luoxin tenía todo planeado en su mente, solo para ser golpeado por la cruda realidad al recordar que... ¡no tenía el número de teléfono de Noir!

«Oh no…» Gu Luoxin palideció, el sudor rodando por su espalda. ¿Significaba que tenía que invitar al hombre en persona? Como no sabía el horario de Noir, su única opción era esperar frente a su edificio de departamento o preguntar por ahí. Solo el mero pensamiento ya era suficiente para que sus mejillas ardieran. ¡Reacciona, Gu Luoxin! ¿Qué tiene de malo extender la invitación en persona? Eso era un gesto educado, y no es como si estuviera invitando a Noir a una… c–c–cita.

—Hemos llegado —Shen Nianzu aparcó su coche suavemente en la calle frente a la universidad y miró a Gu Luoxin a través del espejo retrovisor—. No olvides preguntarle, así sabré cuántas habitaciones debo reservar, ¿vale? De lo contrario, te colocaré en la misma habitación que él.